sábado, 15 de noviembre de 2008

Angustia

Es esa presión en el pecho. De nuevo, está ahí. como si nada se empecina en recorrerme entera, en morderme desde los pulmones al talón de Aquiles de los sentimientos y me come. No le importa, me devora. Quedo parada como mirando la nada, pensando en alguien, en algo que no está, no pasa, pasó y no vino. La casa está a oscuras. Tiemblo en la cama. Sudo la almohada. No hay nadie. Portazo. El viento. No hay nadie. Brota la primer lágrima, me achico convulsionando. Lloro sin llorar, sale otra lágrima y escupo bronca. Caigo nuevamente en la mullida almohada, caigo como gastada, cansada, muerta y no quiero ver mas nada. Sin embargo no puedo. Ojos grandes y abiertos. Nada esconde el reflejo de la ventana en la pared, tus marcas grabadas y lloro. No hay quietud para mi. Ojos ciegos, boca contorcionada en una mueca al dolor y nada. No pasa nada. Es así durante días, es así por las noches. Llega un punto en que la odio. no quiero que llegue la hora, no quiero que llegue la puesta del sol, ni el momento en que la casa está en silencio. Cuando los fantasmas salen a bailar y yo me acuesto en el colchón empieza lo peor. La peor tragedia del circo de mis bestias, donde yo soy domador y león y vos sos el aro de fuego. Con vos siempre me quemo. No quiero que llegue la hora. No quiero. Pero, como todo, tiene su turno y no va a cambiar. No por ahora. Es así que por las noches viene, vuelve y no le importa. Me come, me devora. Desde el pulmón al talón de Aquiles de los sentimientos.

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