miércoles, 19 de noviembre de 2008

aburrimiento

Caminó hacia el jardín con pasos lentos de larva como queriendo percibir cada hojita del pasto que le rozaba los pies descalzos. Caminó oliendo los azares del destino, sufriendo las gotas tenues que volaban a su encuentro. Soltó un suspiro y se dejo caer sobre la hierba. Demasiadas cosas, demasiadas cosas. No era que no quisiera verlos, no. No era eso. Es que su pecho latía con tanta prisa cuando ellos se acercaban que les temía. Sentía que un día a una sola voz suave su pecho correría y se alejaría de ella para siempre, dejándola en tinieblas. Algo así, algo así. La tarde no caía. No volvía, estaba estática y burbujeando entre sobras y colores sin decidirse el sol a ponerse o no. Sentía la incertidumbre de si misma en las copas de los arboles en el no movimiento de las nubes en las horas que no pasaban. Buscaba una excusa para que sus nervios trabajaran, para que pudiera sentir algo, mas allá de la hierba húmeda en sus pies. Y nada. No es que los odiaba, no. Solo era el tedio de los días de primavera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ay como me gustaría un día aprender dónde vivís y robarte mientras dormís todas estas cosas que escribís. y quedarme toda la noche despierta leyendo en ese patio lindo de tu casa.

Antropoloco! dijo...

que bonito sumillah, espero que retomes tus retazos y que sigan siendo gratuitos!