La tinta arde en el papel, las llamas van creciendo lentamente. En los últimos días el fuego se presentó en exceso, en su forma mas bruta y pasional: la fuerza y el poder son lo mismo y crecen chocándose y aplastando a todos los que se cruzan en medio. Dado los eventos de esos últimos días, no sorprendió a mi mirada la pequeña columna encendida que bajaba del cuenco hacia la tela violeta. La pequeña fogata crecia.
Con errores de bruja principiante, desconfié de los resultados e hice malabarismo para intentar detener el hechizo. El miedo a que el fuego creciera me hacia perder la consciencia. Toque el recipiente quemándome los dedos. En fracciones incalculables de tiempo todo un sistema nervioso se ponía en marcha para que mis manos soltaran la vasija. La cera dentro vuela por los aires contra mis miembros como si el diablo me escupiera semen blanco e hirviente.
Los dedos reaccionando lentamente hacen que sonria por dentro.
Me detengo un segundo a contemplar y recuerdo que nunca es tan caliente, que es parte de la ilusión del fuego, que no existe el dolor, que no quema realmente, que es parte del juego.
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