martes, 13 de mayo de 2014

K.O.

Una vez rota la estructura ancestral que la gobernaba, la joven niña vuelve a contexto.
Ya no sirven las excusas, las fantasías ni los pretextos.
Una nueva mirada asoma en sus ojos.
Una nueva forma del ser.
Es que la niña, ya mujer, decide dejar de buscar un padre para entender que ella sola da vida.
Desnuda se para sobre una hoja de papel.
Levanta un pesado bote de pintura azul y se lo tira encima.
Lava sus pies con la sangre rescatada de su útero limpiando los pecados de las mujeres del pasado.
Se recuesta entre el azul y el rojo llenando la hoja de manchas y texturas.
La niña mujer dormida descansa sobre el papel entendiendo que es parte de él.
El compañero que anhelaba se ha transformado en pincel.
Ella es colores, luz de amanecer.
Reposa tranquila en la hoja ya sin pensar hasta que el corazón la hace saltar.
Ágilmente la astuta niña se baja del ring.
Ya no tiene por qué luchar.

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