Se va borrando el juicio de mis ojos y una sola imagen toma posesión de mi cabeza: clara luz entrando por la ventana, mis dedos recorriendo con sus yemas un cuerpo hermano al cual me hechizo. Deslizar es la acción que mejor corresponde a los dedos. Hábiles y largos, descargan electricidad en su recorrido suave. La corriente es tan hermosa que siguen dibujando círculos por inercia.
Las voces cuentan historias del pasado, ¿es que siempre hablaremos del pasado con gente que no conocemos? Sin embargo, por más intentos del ego de presentarse, seducir y conquistar, el cuerpo ya había hablado, ya había logrado que dos extraños alcanzaran intimidad.
¿Qué silencio tonto quieres llenar con palabras? El amor no se expresa en un "te amo" conceptual y racionalizado, no es eso que encierra el vocablo. Buscamos un punto común en el verbo cuando no había ya nada más común que esas manos inquietas recorriéndose despacio, reteniendo las ansias.
¿Para qué quieres palabras si es la luz la que nos hace espectrales? Si es la boca ocupada en recorrerte a lamidas más útil a la hora de conocernos que la saliva gastada en bienvenidas, máscaras e intrigas. ¿Qué más real que tu cuerpo sobre el mio? ¿Qué más real que la agitación en los pulmones? ¿Qué más real que los suspiros? ¿Qué más real que el mar y las corrientes en las que me hallo metido?
... y es preferible, así, no hablar. Que las palabras se aparten, usar la boca en cosas más interesantes que en la mera conceptualidad. Y si somos o no somos reales ya no me importa. Aquí llega el final de la cosa y es que solo el placer de recorrerte, efímero y vacío, me sacó de la cama al frío para volverte a recordar.
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