Alimenta mi esquizofrenia una vez más. Las voces que habitan están alborotadas. Cosquillas en el pecho y la carne que, sedienta, se devora al ser biótico que yace delante. Tu creías que esto era bondad cuando, en realidad, sólo se saciaba el apetito animal que crecía en mi vientre. De los labios asoman los dientes de un gato dispuesto a jugar con su presa hasta matarla de un infarto.
Alma noble, escapas de mi hacia tus propios infiernos. Ya no crees ni en los gestos ni en las palabras de los cuerpos. Todos buscan su propia gloria en diferentes formas de intensidad.
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